Aprendí que dos y dos son cuatro, que no hay que dar más de lo que se recibe.
Que no hay que ilusionarse demasiado. Que la vida es un regalo. Me enseñaron que el futuro no está escrito, que el universo es infinito y que nosotros somos personitas diminutas, casi inexistentes. Aprendí a no creer en las promesas, a confiar en casi nadie y a contar con los dedos de la mano a quien de verdad estuvo a mi lado.
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